No soy de juegos de rol. Tampoco tengo a nadie cercano que
lo tenga como pasatiempo. Su aparición en España fue a mediados de los ochenta,
y tuvieron su época de esplendor con Dragones & Mazmorras. Funcionó hasta
que apareció el “asesino de la catana” –que mató a sus padres trastornado por
un juego de rol- y los “asesinos del juego de rol” –que asesinaron a un hombre en
la calle siguiendo las reglas de otro de esos juegos-. En consecuencia, la mala
imagen duró mucho tiempo. A esto se unió la idea de que los jugadores de rol
eran marginados sociales, gorditos ataviados con camiseta de superhéroe, llenos de
granos, que no ligaban jamás. ¿Quién iba a decir que le iba eso de los juegos
de rol? Luego apareció Warhammer, que pegó fuerte en una nueva generación y
aprendimos que ser friki de los juegos de rol no equivalía a zumbado, marginado
ni sectario. En esa nueva ola, apareció Mutant Chronicles, un juego rol en el que
se inspira la película independiente Crónicas mutantes (2008).
El reclutamiento de los osados se parece al de la película
Doce del patíbulo (1967), en el que cada miembro es todo un personaje; un sistema que
luego ha sido repetido hasta la náusea. La película, por tanto, se basa en la
misión del grupo de humanos para acabar con la máquina y salvar la Humanidad. Entre
medias está el misterio de los mutantes, que en realidad son hombres cambiados
por el influjo de la máquina.
El ritmo de la película
es bueno. El uso del libro de las “Crónicas” es interesante. Los efectos
especiales son dignos, pero no reseñables. El steampunk es correcto, aunque se queda corto. El escenario de la ciudad
perdida bajo tierra es el adecuado. Los actores no están mal. Sale John Malkovic; en fin. Tras morir uno a uno, como mandan los
cánones cinematográficos teenager, la pelea final es tiempo pressing catch. En fin,
que es una buena peli para ver con los críos y unas palomitas, en una tarde muerta (si es que eso existe), pero nada más.
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