J. J. Abrams a veces la caga. Le pasa a todo el mundo. Acertó con Lost, una serie muy entretenida, y con Fringe, que se ha mantenido a pesar de sus numerosos enemigos. Tampoco le salió mal cuando le encargaron revivir la franquicia de StarTrek. Pero se equivocó con Alcatraz, tremendamente aburrida, y todo apunta a que tampoco le ha salido bien Revolution, de la NBC y que en España echa SyFy.
La verdad es que la serie tiene un comienzo espectacular que dura dos minutos, pero ahí acaba todo. Y es que tiene lugar un apagón mundial sin que se sepa por qué. El relato del mundo apocalíptico se sitúa quince años después del blackout. La gente abandona las ciudades menos algunas, como Chicago. No hay gobierno, el territorio está dividido en repúblicas dictatoriales donde mandan las milicias. El enigma de la serie es saber por qué se produjo el apagón. Vale, pero no tiene sentido que se vaya la electricidad y no sean capaces de restablecerla o poner en marcha un motor de gasolina, combustión o vapor.