Juez Dredd (1995) plantea el viejo problema de la combinación con
eficacia de la libertad con orden, de las atribuciones concedidas al Estado
para la represión, el debate entre la previsión y la represión, la corrupción
del gobierno. y todo envuelto en una historia tradicional de conspiración por
el poder, violencia, estética futurista distópica, y venganza entre viejos
amigos. La sociedad tiene una alta tasa de delincuencia y violencia, y no se
les ha ocurrido otra cosa que acelerar el proceso judicial que convertir a los
policías en jueces que, además, ejecutan la ley. Y, claro, todos estos son temas sensibles para el debate entre republicanos y demócratas, en EEUU, e izquierda y derecha en Europa.
La película cruza dos historias. Por un lado, la tensión
provocada por un plan para demostrar forzadamente que el desorden y la tibieza
represora deben dar paso a un régimen dictatorial. Los que quieren imponer una dictadura
alimentan el desorden para hacer necesario el cambio hacia una tiranía. El juez
Dredd, interpretado correctamente por Sylvester Stallone, es condenado por un
crimen no cometido, pero el sistema prevé que el último deseo del presidente
del Consejo de Jueces antes de dimitir puede ser la sustitución de la pena de
muerte por la cadena perpetua. El aspirante a dictador consigue así quitarse de
en medio a un presidente que luchaba por mantener la libertad y a su máximo
defensor, el juez Dredd.