En otra vida, que resultó ser una pesadilla dentro de un sueño, leí de un tirón Ubik (1969), de Philip K. Dick, y sólo llegué a la mitad de Origen (Inception, 2010), de Christopher Nolan. No viene al caso explicar los motivos ni los despertares. Basta con decir que liberado del tiempo de Marte, el hombre dejó de soñar con ovejas eléctricas y volvió a su castillo. “Debes ver la película –me decían-. Es buenísima”. Había pasado un año desde que leyera Ubik y publicara una reseña, por lo que era difícil que hubiera olvidado el libro. Una copa-balón de Bombay Zaphir con un chorro de Nördic, y me senté ante la pantalla. Según surgía el planteamiento de Origen una idea me venía a la cabeza: “Esto me suena de algo”. Soy lento, así que pasada la hora de metraje, elevé las cejas, sonreí como un muppet, y dije: “Ubik”. Esta es la historia de su coincidencia.